Cuando me volví una puta paranoica

Se ha montado un revuelo revolutum del bueno. Resulta que Bla Bla Car, ya saben ustedes, la plataforma para compartir coche en los recorridos de larga, corta o media distancia; sí, sí, esa plataforma, impulsó hace ya un tiempo un opción de viajes únicamente entre mujeres y, qué quieren que les diga, se ha armado una buena y me parece una auténtica locura. ¿Quién va a querer discriminar así a las personas? La misma Constitución ratifica alta y clara que no se puede discriminar a nadie por razones de raza, sexo o ideología ¿no? Veamos...

He aquí mi historia personal, para no pecar de crítica de lo que no sé y no siento. Y por esta razón plantearé tres ejemplos, únicamente tres, para que el ejemplo sirva de teoría y no deba yo dar lecciones a nadie de moral. 

viñeta de El Roto


Una voz follable

Este verano me encontraba trabajando en una empresa de comunicación, en un programa específico de cuyo nombre no quiero acordarme. En una de las secciones veraniegas tuve que subirme a un coche compartido en Madrid (no se trataba de BlaBlaCar pero tampoco diré nombre). Durante el trayecto -no muy largo- realizaba la entrevista al conductor: una entrevista en directo. Al terminar la entrevista comenzó a reproducir los audios que sus compañeros le habían enviado por el grupo de la empresa de coches alquilados en la que trabajaban. Le habían escuchado porque, daba la casualidad, esta empresa siempre sintoniza la radio en la cadena para la que yo trabajaba. 

-Vaya, Mariano [nombre inventado, perdónenme los Marianos, no recuerdo -o no quiero recordar- el nombre de susodicho] ¿cómo que te han entrevistado?
-¿Quién es esa jovenzuela con la que vas? pásanos una... [di por hecho que pedían foto, Mariano cortó nervioso el audio y se disculpó]
-Marianito, cabrón, que menudo braguetazo has pegado no, tenía una voz boni... [¿bonita? nunca se supo. Mariano se sintió incómodo].

Mariano explicó después enrojecido que casi todos sus amigos eran hombres, trabajaban en la misma compañía y estaban muy salidos, que lo sentía. Nunca supe si Mariano, si en vez de ser quien me llevaba hubiera sido quien escuchaba a su compañero, hubiese dicho lo mismo o no. Aún así se disculpó abochornado. Supongo que sería sincero. Supongo que después no daría una palmada en el hombro a sus amigos "qué, ¡tíos!". Quiero suponerlo.


Un culo llamativo

La siguiente historia está fuera de todo espacio y tiempo -ya que puede pasar siempre y así ocurre por desgracia- pero tiene un sexo muy concreto. Igualmente lo situaré, para facilitar su comprensión. La línea 9 del Metro se cruza con la línea 6 en el transbordo a realizar en Sainz de Baranda. Allí me encontraba yo una noche de verano volviendo para casa cuando serían, probablemente, las 11 de la noche. En el vagón me subí yo sola. Es obvio, repito, OBVIO, que con esto no quiero generalizar. Me subo a diario en el Metro y no podría -aunque no me quedaría lejos- denunciar una historia así cada día. Los chicos que ya se encontraban dentro comenzaron a hablar de mí. Iba en chándal largo, no importa pero quiero contarlo. Me apoyaba en la bicicleta que viajaba conmigo y a la que iba mirando para no mirar a los chavales, algo empeñados y obcecados en mí, que se empeñaban en hacer ruidos y dominadas varias en las barras del vagón del Metro. Me situé en la puerta. Aún no tenía que salir pero iba a cambiarme de vagón.

-No te vayas, culito. 
-Joder tronco, vamos con ella...
-Eh tú... no te vayas muy lejos... dinos como te llamas niña
-estás muy buena ¿no?

[En el cristal, cualquiera que haya viajado por el Metro en los túneles lo sabrá, su reflejo me indicaban que se reían cada vez que soltaban una frase, cada cual más impertinente y obscena. Uno de los chicos se acercó a mi lado. "Qué bici tan bonita. No más qué tú". "¿Ya basta no? Que dais un poquito de pena". Me hice la fuerte. "Pero métela mano tío". Estaba muy débil en realidad. Débil y sola. Por fin me bajé. No me monté en otro vagón, llamadme estúpida, esperé al siguiente tren. 

Un amigo, con quien había quedado, me envió después un mensaje: ¿has llegado bien a casa? Aún no. ¿Cómo estás tardando tanto? El Metro que tardó 10 minutos en llegar. Le mentí. Ahora, leyendo esto, sabrá la verdad. La misma que él temía cada vez que me dejaba ir sola].

viñeta de El Roto


Una cara insinuante 

Esta experiencia sí está directamente relacionada con BlaBlaCar. Organizaba hace unos meses un viaje a Barcelona -que a nadie le interesa pero quiero ser clara- y busqué la opción más económica. El viaje no salió adelante pero la chica que allí me esperaba me recomendó BlaBlaCar cuando todo apuntaba que el viajé sí iba a salir. Me hice la cuenta, planteé el viaje e incluso intercambié los datos con el que iba a ser el conductor del mismo. Finalmente cancelé. 

Dos meses después aún me envía mensajes por Facebook, donde me encontró por mi nombre, en los que me propone dar la vuelta al Mundo y viajar en caravana para hacer locuras varias mientras dejo la -según él- horrible ciudad de Madrid que me amarga. Huelga decir que jamás lo contesté, jamás lo acepté y sus mensajes me llegan a la ventana de cuentas de gente que no he aceptado como amiga. Sigue ahí, pico y pala, Madrid no me amarga, niñato.

A día de hoy planeo de nuevo el mismo viaje. La misma amiga me ha repetido que use BlaBlaBlaCar, le he dicho que prefiero ir directa y segura con un transporte cerrado. Tampoco le he contado la verdad. ¿Parece absurdo no? Estoy ahorrando tiempo para poder viajar en bus, o dinero, en caso de elegir el AVE.


¡Soy una puta loca paranoica!

Es una locura. Viajo a diario con gente diez, con hombres diez, con hombres que no han generado -o han corregido- esa necesidad obscena a hacerme sentir un cacho de carne criado para follar como las vacas son criadas en los grandes círculos de la ganadería industrial solo para producir grandes toneladas de alimento humano. Me da pena, lástima y asco, sobre todo asco, que una red mundial como BlaBlaCar tenga que generar el filtro "solo mujeres" como si estuviésemos en una escuela católica del siglo XX y en el coche nos fueran a facilitar una revista de moda y unas agujas de punto de cruz para amenizar el viaje. 

Pero más asco me da leer, en medio de todo este follón y este debate abierto, que estamos generando nosotras la diferencia, que estamos locas, que por qué no hay un filtro para inmigrantes -ay! diosito!- y que, por ejemplo, estamos poco violadas. [Respuesta extraída en Twitter de la polémica de BlaBlaCar al mencionar una mujer los casos de violación].



¡Que solo somos 1000 mujeres las violadas! ¡Vamos a callarnos que hasta el millón aún podemos aguantar! Qué quieren que les diga, señores, el miedo existe y, por desgracia, la misma persona que dice que somos unas paranoicas por querer viajar solas, aconseja a su hija/nieta/mujer/hermana viajar en compañía de otras mujeres o, al menos, no a solas con un hombre. El miedo existe incluso para la persona que considera más irracional el miedo: yo.

¡Claro que es una exageración! ¡Con lo que a mí me gustan los hombres! ¡Con lo que costó conseguir una educación mixta! ¡A ver si ahora me van a fastidiar el partido de futbito con los chicos en el que POR FIN pude participar! Pero señores, el acoso es un hecho y jamás escribiría estas palabras desde el odio. Pasen buen día y ojalá sigamos avanzando hacia un camino tan mixto como sano...

¡como el sándwich!

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